Cuando me enteré que la temporada 6 de Vikings iba a ser la última, me alegré un poco. No es que tenga nada contra la serie, sino todo lo contrario, pero la verdad es que la segunda parte de la actual temporada me ha aburrido bastante. Aunque debo reconocer que me faltan aún por ver los tres últimos capítulos, y muy probablemente la lucha por Kattegat.
Ya no tengo ese mismo placer de ver esos vikingos partir en busca de nuevos territorios, saquear y matar a todo lo que esté vivo. La verdad es que noté que desde la muerte del personaje central de esta historia, Ragnar, la serie perdió una parte importante de su alma.
Aún así, me enganché a la lucha fraternal, para saber cuál de los hijos de Ragnar era el digno heredero. Pero estos últimos capítulos he tenido la impresión de verlos más por inercia, que por voluntad propia e interés de saber qué pasará a estos personajes.
Ya no me interesa saber las historias de Floki, Bjorn e Ivar, o quién será el siguiente en morir. Estoy como Hvitserk, algo perdido en este universo, sin saber hacía donde me va llevar esta historia y si quiero saberlo.
Algo similar me ocurrió con The Big Bang Theory. Una serie que me dio muchas risas pero que en las últimas temporadas la veía más por costumbre que por interés propio. Los episodios que me hacían reír eran cada vez más escasos, y la historia ya no me parecía interesante.
Esa serie que me enamoró al principio ya no era la misma, era una versión diferente, nueva. Pero me aferré a esa relación que había creado con ella por no dejarla, quería darle una oportunidad. Hasta que dije basta, y preferí dejarlo en el altar con Luke Skywalker oficiando la ceremonia. Todo esto antes de saber que la siguiente temporada, la duodécima, iba a ser la última.
Ya era demasiado tarde, preferí dejarlo así que continuar otros 24 capítulos más, en el que las ganas no estuvieran. Y ese es el problema con series que duran mucho tiempo y su trama se va modificando poco a poco y ya no gira en la misma historia que la primera temporada. O que incluso los protagonistas ya no son los mismos del principio, sea literal o metafóricamente hablando.
No es que sea mala cosa que vayan evolucionando, pero si ese cambio repercute en la calidad de la serie, lo más probable es que el espectador se vaya a visitar otros universos. El claro ejemplo contrario serían Los Simpsons.
A veces es mejor dejar una serie cuando uno ya nota cierto cansancio, en el que las ganas ya no están ahí, antes de acabar maldiciéndola o pensar que no era tan buena como uno se acordaba. Solo queda darle las gracias por tantas horas de entretenimiento y compartir su mundo unos instantes para desconectarnos del nuestro.