En una era en la que dependemos cada vez más de lo visual que de lo textual, puede resultar más complicado que una fotografía sea capaz de crear un impacto fuerte que perdure en el tiempo. Casi todos tenemos a nuestra portada un aparato que nos permite sacar fotos y por lo tanto ser, o por lo menos aspirar a, fotógrafos. Robert Doisneau, Alfred Eisenstaedt o Nick Ut son nombres que quizás no suenan demasiado en la gente, pero sí lo son algunas de sus fotografías más conocidas que pasaron a la historia por el impacto que tenían o el mensaje que transmitían. El beso frente al Hôtel de Ville de Doisneau es una de las más de doscientas fotografías presentes en la exposición La belleza de lo cotidiano que le dedica la Fundación Canal al artista francés.
La foto que tiene aspecto de ser fruto de la espontaneidad en el que el fotógrafo, que está sentado en un café frente al ayuntamiento de París, le “roba” un momento íntimo a una pareja no lo era en realidad. Esa pareja que nos parecía desconocidos eran en realidad actores contratados por Doisneau pero aún así, la fotografía no pierde en absoluto de su valor. Tarde o temprano, Doisneau hubiera encontrado la fotografía que él quería, que le permitiese mostrar el alma de París, que es conocida como la ciudad de los enamorados. Muchas veces, tan solo nos reparamos en observar lo que nos muestra una fotografía o un cuadro, sin realmente adentrarnos en su simbología o los mensajes ocultos que pueda tener.
Gran parte de la obra de Doisneau retrata la vida cotidiana de gente normal, que bien podría ser cualquiera de nosotros, y es por eso que ha logrado que muchas de sus fotografías tengan valor y sentido. Incluso medio siglo después de haberlas tomadas. Innumerables veces he visto La información escolar en mi propio ámbito escolar, en la que profesores nos muestran esa imagen o incluso en reportajes periodísticos que hablen sobre la escuela. Pero lo que permitió al francés trascender las épocas es justamente porque ha sido capaz de que sus imágenes pasen a ser iconos generacionales. Imágenes que a priori parecen anodinas, y como comentado anteriormente, muchas veces fotos “robadas” en el que el fotografiado se comporta como si la cámara nunca estuviese presente. Porque si uno quiere ver algo previsible o programado, para esto existe el cine o la televisión. La fotografía tiene una tarea muy difícil, al ser únicamente visual, debe ser capaz de transmitir un mensaje claro y comprensible que tiene la ventaja de no conocer ninguna barrera lingüística. El beso frente al Hôtel de Ville es una de esas fotografías que es capaz de decir algo, incluso 66 años después. Pocas son las ciudades que tienen una identidad bien delimitada y que siga transmitiendo las mismas ideas a través del tiempo, como sería el caso aquí de París. Hoy en día aún se relaciona a la capital francesa como la ciudad de los enamorados, y no solo por su famoso Pont des Arts más conocido como el puente de los candados en el que toda pareja habrá dejado muestra de su amor. La foto de Robert Doisneau es un buen retrato de la vida cotidiana de esa ciudad en los años 50, que ha logrado dejar su huella en el tiempo, transformándose de una fotografía, a un icono generacional.