Nueva temporada, nuevo país y nuevos protagonistas pero con un trasfondo familiar después de tres temporadas en Colombia. El listón quedó muy alto con Pablo Escobar (gracias a un impecable Wagner Moura) y tampoco decepcionó con el cartel de Cali. Mucha presión y poco margen de error. No obstante, ese Narcos: México decidió ir a su bola, sin necesariamente seguir las pautas puestas por Narcos. Ya el simple hecho de que ambas sean consideradas como dos series separadas por Netflix es un claro ejemplo. Pero la cosa va más allá de eso. Es cierto que seguimos con la misma temática central: el narcotráfico. Pero no existe una sola manera de contar su historia.
Algo de lo mismo, pero diferente
En Colombia tuvimos tres temporadas bastante viscerales, centradas en la violencia y sobre todo en una figura que todo el mundo (o casi) ya conocía incluso antes de ver la serie: Pablo Escobar. La serie se centró más en la figura, y su séquito, mostrando sus diferentes facetas. Con el cartel de Cali se siguió mostrando la brutalidad que imperaba en Colombia pero con diferentes protagonistas.
En México sí tenemos ese sentimiento de nacimiento, de asistir a los inicios del narcotráfico. O por lo menos a un nivel insospechado hasta ese momento. Nos sirve no solo de introducción en esa parte del mundo, pero también de sus personajes que son unos desconocidos para la mayoría (y probablemente para muchos mexicanos). Miguel Ángel Félix Gallardo (interpretado por el excelente Diego Luna) nos lleva de su natal Sinaloa, en el que era un policía que al igual que muchas personas allí, cultivaba marihuana para ganarse la vida. Cansado de las redadas militares, y con el afán de aspirar a más, decidió apostar por hacerla crecer en Guadalajara, convencido de que estaría mejor protegido. Ya en los primeros minutos con ese personaje vemos que va a ser muy diferente a lo que nos tenían acostumbrados con Narcos.
A lo largo de la temporada, vemos a una persona mucho más racional y calculadora que Pablo Escobar o los hermanos de Cali. Se nos muestra a alguien que ve lo que hace como un negocio, una empresa como cualquier otra. Sabe que necesita un engranaje bien rodado para que todo funcione, y lo logra juntando todas las plazas de México bajo un mismo techo. Haciendo de él, el Jefe de Jefes. Rara vez lo vemos en la temporada perder los papeles, sabe lo que hace y cuando se encuentra contra la pared, encuentra una salida.
Como una partida de ajedrez
Más allá de centrarse en la violencia en su aspecto más bruto, como podía haber sido el caso con Narcos, el verdadero eje central de la serie es la corrupción. Aquí vemos como toca a todos los niveles posibles estatales, de la policía hasta ministros, pasando por el propio ejército. Se podrían hacer paralelismos con lo de «plata o plomo» pero es mucho más retorcido que esto. Vemos momentos en el que los propios narcos recurren a policías para ocuparse de la competencia con una naturalidad muy desconcertante. Se destruye las barreras en el que tenemos unos malos (los narcos) y los buenos (las fuerzas de seguridad), creando dudas en el espectador sobre un posible desenlace de la historia.
Sigue existiendo esa caza entre la DEA y los narcotraficantes, pero la lucha, personificada en el agente Kiki Camarena (interpretado por Michael Peña) y Félix Gallardo sirve de cierto modo en una brújula para asegurarse quienes son los buenos y quienes los malos. El problema de la corrupción hace que la línea que separa ambos bandos no esté tan clara.
Con Kiki Camarena ocurre algo similar que con Félix Gallardo. A través de este agente de la DEA, recién transferido a Guadalajara, asistimos a las dificultades con las que tienen que lidiar los americanos. Hasta dejar la sensación de que todo esto es un juego, con unas reglas escritas por los propios narcos y que impide a la DEA ganar, aunque si recibir un premio de vez en cuando. Para tenerlos a raya, contentitos.
A lo largo de la temporada tenemos la impresión de asistir a una partida de ajedrez gigante, en el que el peón está convencido de que puede ganarle al Rey, sin saber que todo está trucado para que no pueda ganar. Pero al final nos quedamos con la duda de si los roles que teníamos asociado a cada protagonista es realmente el correcto y si quizás el Rey no es más que un peón. O puede que no exista fichas en el tablero imprescindible, como si todos podían ser reemplazados por otras.
Asistimos a un final de temporada que se ha ido construyendo movimiento a movimiento y que nos deja bien clavados. Se ha logrado humanizar a Félix Gallardo, hasta el punto de tener empatía (a ratos) por el personaje, pero al mismo tiempo la serie no se olvida de recordarnos la crueldad y la maldad que existe en este mundo del narcotráfico. De cierta manera para que no nos olvidemos que esta ficción a la que asistimos, se basa en hechos reales.
Es complicado no hacer paralelismos con la actualidad y el juicio del Chapo Guzmán. Un personaje presente en la serie pero con un rol menor (de momento), pero que permite ver la fina línea que separa ficción con realidad. Si en la primera temporada de Narcos: México pudimos ver la corrupción llegar casi a los más altos lugares del Gobierno mexicano, esas insinuaciones también han estado presentes en el mayor juicio del narcotráfico realizado en Estados Unidos.
Te quedarás enganchado sin darte cuenta
Esta primera temporada de Narcos: México es igual de buena que las de Narcos y es capaz de enganchar al espectador sin tener que recurrir cada cinco minutos a la violencia como hilo principal. Está claro que es complicado tener una figura más emblemática que Pablo Escobar, pero la verdad es que lo que se ve a lo largo de los 10 capítulos, es a un Félix Gallardo muy cuidadoso y con una mente de hombre de negocios más que de narco. Nada se deja al azar y todo se piensa con mucha cautela, para evitar atraer las miradas de la DEA o del propio Gobierno mexicano. Se crea una ambigüedad entre quienes son los buenos y quienes son los malos, más allá de los valores que tienen esos conceptos. Porque bien se puede apreciar que lo logrado por el que denominan el Padrino o Jefe de Jefes hubiera sido imposible sin ayudas externas. Resultará interesante ver el avance de la historia de los protagonistas pero también del propio México, ya que desgraciadamente, aún estamos lejos del final de la lucha violenta entre los diferentes carteles que se ha llevado miles de vidas inocentes.